De Ramón Castro Aquello tiene que ser una bruja. No acierto a verle los ojos y sé que me moriría de miedo si, de repente, éstos comenzaran a brillar en la oscuridad o se aparecieran encarnados en sangre. Pero es una bruja. Segura estoy. Distingo perfectamente el pico del sombrero, levemente inclinado hacia la derecha. Incluso atino a reconocer varios cabellos rebeldes que asoman por detrás de ese cuello tan horrible. Seguro que tiene una nariz tremenda con una verruga espantosa cubierta...