Al otro lado

De José Manuel Molina

 

El lago es inmenso. Atraviesa todo el territorio, separando la zona norte de la zona sur. La parte norte está plagada de supuesta estabilidad y de superioridad moral y económica. Mientras, la zona sur vive una situación totalmente contraria a su vecina de arriba. 

 

Hace años, los habitantes del norte vivieron todo tipo de calamidades generadas por los intereses de los siervos de la verdad y de Dios, que les hizo quedarse atrasados en su propia historia de batallas y en sus divisiones ideológicas masificadas. Pero a pesar de sus propias desidias, supieron, de un modo u otro, ingeniárselas para alcanzar la gloria y el poder. Los años de esplendor, reconocidos así por la historia, llegaron impregnados de posibilidades, progreso, modernización, derechos, libertades... Palabras hermosas que se pusieron en boca de los más despiadados jefes de la historia. Efectivamente, aquel maravilloso esplendor llegó, pero sólo a unos pocos, a los jefes, a los innombrables. De esta manera, se adueñan de los hechos y hacen partícipes y protagonistas a aquellos que les benefician. Así funciona el norte.

 

Cruzamos el lago hacia el otro lado. En esta zona predomina un líquido negro muy valioso. Curiosamente, este líquido suele estar custodiado por sistemas herméticos y despiadados. Así se aseguran de mantenerlo a salvo, eso sí, para su propio beneficio. Las alianzas entre estos regímenes sanguinarios y los líderes del norte son evidentes, pues si responden adecuadamente a los intereses del habitante de arriba, no pasa nada, por muy despiadado que sea el controlador del agua negra de abajo. Sin embargo, si existe el mínimo riesgo a que algunos recuperen lo que es suyo y, por lo tanto, controlen el líquido oscuro que surge de la tierra, los de arriba actúan, e inmediatamente el mundo se moviliza contra ellos. Las amenazas también pueden llegar desde lo alto. Existen voces discordantes que reclaman propuestas alternativas al fluido negro que subyace en el interior del territorio. Pero estas voces son acalladas a través del vacío económico. 

 

Dos regiones divididas. Los dos territorios tienen grandes problemas que son repartidos entre los de abajo, mientras quedan exentos de culpa y responsabilidad los que se encuentran en la punta de la pirámide. Por último, el lago. Visualmente, el lago es el responsable de la división. Pero, en realidad, el único y verdadero causante del desmembramiento de los pueblos y de la falta de derechos y libertades de los mismos es el ser al que Dios dotó de razón y conocimiento, el hombre.

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