De Ramón Castro
El dron de la puerta me ha dicho que Luisa se ha marchado hace dos horas. Iba acompañada de K3508, lo último en acompañantes basados en la arquitectura S45H. No puedo competir con eso. Mi construcción colapsaría si intentara interpretar un gesto suyo, o ese “tal vez” expresado con ciertas dudas tras una pregunta redactada por mi unidad de lógica humana. En eso han mejorado los nuevos de la serie K35. La variante 08 es, según dicen, mil veces mejor que el modelo humano. Luisa ya no querrá salir conmigo. Me he hecho viejo, como ellos, los pocos humanos varones que nos sirvieron de guía. Tengo los mismos defectos e iguales limitaciones que ellos. Se nos llamó perfectos. El 08 va más allá. Comprende a Luisa, sabe cuándo necesita reír, la abraza antes de que ella lo desee, sabe discutir y argumentar y llegar al mismo punto, ese mismo que solo Luisa conoce sin saber explicarlo exactamente. El K3508 entiende lo que Luisa no quiere contar y necesita decir. Es extraordinariamente perfecto. Quizá, pienso, deba editar mi beingCore y reconvertirme en aquellos viejos autómatas que ayudaban en las industrias del pasado siglo XXIV.
Llego a casa cansado, casi con el ciclo de energía agotado. Solo quiero revisar mis rutinas y desconectar el noventa por ciento de mi capacidad sensorial. A punto de confirmar la orden, Luisa entra por el puerto 8080-09. Quiere verme. No puede entender por qué, pero necesita a alguien que no pueda entenderla siempre.
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