Más periodismo, más espectáculo

De José Manuel Molina

 

Con música de tensión y gran expectación. Así empezaba uno de mis programas informativos favoritos. Un titular impactante ocupaba la pantalla de mi televisión. Sin duda, me encontraba ante una sobredosis de noticias y, parafraseando al director de aquel programa, de periodismo. Periodismo de calidad, por supuesto.

Si cambiaba de canal para dirigirme a ver mi segundo programa favorito, que en tiempos pasados fue el primero hasta que ciertos intereses se antepusieron a los intereses de la información y de la verdad, me encontraba algo igual o, por lo menos, parecido. Grandes rótulos abarcaban la inmensidad de la pantalla, pero, por su parte, la música no era tan épica como en el primero.

 

Al fin y al cabo, los dos programas llevaban el mismo “hilo argumental”. Primero comenzaban disparando palabras gruesas que calaran en lo más profundo del espectador. Después, a medida que avanzaba la emisión, las tertulias y comentarios de las personas que invadían la mesa se iban sucediendo. A mitad de la retransmisión, llegaban las entrevistas a distintos sectores de la sociedad civil: políticos, periodistas, abogados, activistas, economistas, etc. 

 

Al principio estaba bien, pero la cosa empezó a perder fuerza y a dejar de interesar, por lo menos a mí. Mismos temas, mismos tertulianos, mismos entrevistados, mismos lugares. Aquello se convirtió en un todo igual. Aun así, el problema no era que estos programas te hicieran participe todos los días de las mismas historias, sino la manera que empezaban a adoptar a la hora de tratarlas. ¿Buscaban informar? ¿Buscaban la verdad? ¿Buscaban concienciar para cambiar la situación? Por desgracia, creo que no. 

 

Atiendan a esta palabra: espectáculo. Espectáculo y nada más. Puro show. Puro entretenimiento. Estábamos asistiendo al “Sálvame” de la política. Y hablo de los programas de la mañana. Si hablara de un determinado programa de la “fiebre del sábado noche”, me quedaría sin adjetivos calificativos no precisamente positivos. 

 

Sinceramente, no niego la profesionalidad de sus presentadores, pero, desde mi modesta opinión, creo que ellos mismos, sin ser conscientes, se han convertido en la pieza de una función cuyo único objetivo es el de entretener. Mientras que la finalidad de informar y concienciar se ha quedado relavada a un segundo plano.

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