Las impresoras

De Ramón Castro

 

El lunes dejó de funcionar la impresora y estamos a jueves. Han vuelto a contratar a Paquita, a Consuelo y a María Dolores. Las tres suman la edad del planeta solamente en trienios. Han tomado posiciones esta mañana, echando de su sitio a Miguel. Dicen que ellas se sentaban ahí y que cómo se ha echado a perder todo. Que donde antes cabían tres ahora es el sitio de uno y encima se queja. Nada más sentarse juntas, han tirado el monitor a la papelera, se han descojonado de las fotos chorras que tiene Miguel de sus viajes a Cuba y han colocado sus máquinas de escribir. Miguel ha hecho ademán de acercarse para lanzarles algún que otro improperio y ha resultado herido tras impactar en su cabeza el teléfono antiguo que han traído, junto con las olivetti. Instaladas ya, han comenzado a copiar documentos, facturas, albaranes, notas de entrega, cartas comerciales, los sudokus del conserje, la lista de la compra de la madre de Alberto, el calendario de la Champions, el rencor de los don nadie, las aventuras de Tom Sawyer, para el nene de Damián y hasta los calcetines de Spiderman de la nena de Luis. “A nosotras las impresoras 3D. Amos, amos”, gritaban mientras daban los últimos pespuntes a la máscara del superhéroe.

 

Cuando ha llegado el técnico de la impresora, Lola nos ha llamado y nos ha dicho que nos lo llevemos al bar. A cuenta de la empresa lo de él y lo nuestro. Que ya volvamos mañana. De momento, no interesa arreglar esa máquina, teniendo a estas tres que todo lo copian, todo lo imprimen, todo lo bordan y todo lo fabrican. Dice Ernesto, despechado, que ahora le están imprimiendo un corazón nuevo a Lola. Uno a su medida, suponemos. Aviado va el tal Ernesto. ¡¡¡¡¡¡Pon otra vuelta, Pepe, que paga la empresa!!!!!!

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