De Eme y Ana Sfasie
Desde que tenemos uso de razón, nos han educado para que compitamos una competición que, más allá del deseo de conseguir la mejor nota, nos hace creer que determina nuestra valía como persona y hace que olvidemos los verdaderos valores de la vida. Nos inculcan que el respeto y la empatía son primordiales, para luego hacer oídos sordos y hacernos memorizar al menos 16 años de nuestras vidas, como si esta capacidad fuera la única que nos fuera a ayudar a tener un buen futuro. Esto no quiere decir que lo que nos enseñan no sirva para nada, sino que si se supone que somos los más influenciables y nuestra personalidad se basa en lo que vivimos día a día, no deberían desperdiciar unos años tan importantes en dedicarse exclusivamente a impartir un temario que sirve nada más que para una futura carrera.
Siempre está el profesor que pretende argumentarlo atribuyéndoles este deber a los padres, ¿pero cómo vamos a hacer uso de los valores si se ignoran muchas veces en clase? Un parte o una expulsión, no son la solución.
Una clase en la que el profesor se dedique a debatir sobre otros temas pertenecientes o no a su materia y que puede ayudar a los alumnos a desarrollar su forma de pensar, no es una clase perdida, sino una pausa que hace reflexionar. Pero, ¿esto pasa en un ambiente en el que el profesor tiene preferencias? Obviamente no.
“Sois la peor clase”, “X ha sacado mejor nota. Deberías ser como X” son frases del típico profesor que dice que trata a todos como iguales, mientras que compara. No es bueno para el alumno debido a que éste desarrolla un sentimiento de inferioridad o superioridad, lo que desencadenará desmotivación y abandono respectivamente. Esto se ve reflejado en su futuro, ya que lo normalizará y podrá tratar así de mal a los que le rodean. Aunque el profesor no se lo diga directamente, el estudiante se siente inútil, por esto se rechaza la idea de repetir curso o sacar una nota inferior al 5, sin muchas veces valorar el verdadero esfuerzo. El repetir curso es una segunda oportunidad en la que puedes demostrar de lo que verdaderamente eres capaz, siempre que te lo tomes enserio. El sentimiento de inutilidad inculcado al alumno hace que en muchas ocasiones, los compañeros lo marginen por ser “mala influencia”.
No hay que generalizar, es otra de las cosas que nos deberían enseñar en este periodo. Muchos compañeros que son de otras etnias o que han nacido en un ambiente deplorable, son también marginados, solo por las generalizaciones. Además tampoco sirve que estudie si me van a criticar por vestir de una forma con la que me siento a gusto. Llevar una rasta, un tatuaje, un piercing, el pelo corto siendo mujer o largo siendo hombre… No definen mi capacidad. Si esto lo que nos deberían inculcar los padres, ¿por qué muchos no reaccionáis? ¿Acaso lo veis justo? Todavía estamos a tiempo.
El absentismo lo causa todos los problemas anteriormente mencionados, el fracaso escolar no solo depende de nosotros.
No todos hemos nacido en el mismo ambiente, pero la igualdad y el respeto en la educación es lo primordial, la memorización no.
No somos robots.
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