De Francisco Collado
Últimamente las noticias relacionadas con los polémicos nombres de algunas calles están siendo muy populares en los informativos y telediarios. El principal motivo de las numerosas quejas que han llevado a retirar los nombres de dichas calles de las principales ciudades de España reside en el crudo pasado reciente de la dictadura franquista. La historia de nuestro país no ha estado nunca exenta de polémica y el tema que nos concierne en este texto no es distinto.
El hecho de que una calle sea nombrada en honor a una persona es un acto de reconocimiento a su intachable y relevante carrera científica, política, literaria o artística, que ha sido muy valorada y apreciada por los demás. Así se han nombrado calles como: Severo Ochoa, Ramón y Cajal (ambos premios de medicina), Miguel de Cervantes, Adolfo Suárez, etc.
Por otra parte, la dictadura franquista ha dejado tras de sí una larga estela de calles en honor a los despiadados generales que siguieron las ideas del caudillo. Los nombres de los totalitarios han llegado a la actualidad y han sido retirados en su mayoría por ayuntamientos de carácter más progresista como “En comú podem” en Barcelona o “Ahora Podemos” en Madrid, condenando así los crímenes que otros partidos más conservadores no se atrevían a hacer.
El indignante hecho de que todavía se permita que nombres de criminales reconocidos por la ley sigan vigentes en las placas de vías y paseos se extiende también a plazas y parques y tampoco se da solo en las grandes ciudades, sino en pequeños pueblos (como Socuéllamos).
Al fin y al cabo, las ramas del cruel pasado se extienden hasta ámbitos tales como estos donde la única manera de acabar realmente con ellos son cortándolos de raíz: condenando el franquismo, en este caso, u otras muestras de violencia, odio y crueldad que tanto fragmentan la sociedad que queremos construir.
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