De José Manuel Molina
Sorprende ver la actuación de los medios de comunicación y de algunos periodistas durante estas últimas semanas. Sin duda, la noticia más destacada de estos días ha sido la victoria de Donald Trump. Todos los medios han comentado la victoria del multimillonario con grandes dosis de crítica y opinión. La mayoría de los telediarios y periódicos europeos realizaron una campaña de bombardeo contra el actual presidente electo de los Estados Unidos. Pero lo que realmente sorprende es el miedo que han manifestado algunos ante las declaraciones del magnate multimillonario. La preocupación emergida por los grandes titulares sensacionalistas de los periódicos deja ver el miedo que algunos tienen a las formas de Donald Trump. Unas formas que se basan una serie de actuaciones, descaros y, sobre todo, palabras.
Es evidente que las declaraciones de Trump han despertado la preocupación e incertidumbre de muchos. Pero, ¿por qué tanto miedo a las palabras? Las palabras se pronuncian para, más adelante, acabar siendo arrastradas por los suspiros del viento. Contemplo con mayor preocupación los hechos. Las cacicadas de algunos de los miembros de Wall Street, entre otros poderosos económicos, respaldados por la candidata demócrata, Hillary Clinton, son mucho más peligrosas que las chorradas que suelte un pirado por la boca. Y, a pesar de eso, parece que los medios europeos han querido idealizar la imagen de Hillary como la candidata viable, progresista y cercana al pueblo. Vaya estupidez.
Esta última idea es la que nos hace reflexionar sobre la importancia de las palabras frente a los hechos. Nos agitamos cuando escuchamos a un chiflado decir que va a construir un muro para evitar la inmigración en su país, pero apenas mostramos preocupación cuando vemos en la televisión las heridas provocadas por las concertinas de nuestra valla. Repito, nuestra valla.
Aquí, en España, ocurre más de lo mismo. Generan terror algunos políticos al decir que van a subir los impuestos a las rentas más altas. Lo mejor es no decir nada y subir directamente los impuestos a la clase trabajadora. Ignoramos a aquellos que parecen decir la verdad, pero prestamos especial atención a los que, con sus cantos de sirena, nos nublan la vista y el sentido de la realidad.
Trump puede ser muchas cosas, pero no cabe duda de que ha sido honesto y ha dicho lo que pensaba. Es cierto que son barbaridades, pero la gente que lo ha votado tenía pleno conocimiento de ellas.
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