De José Manuel Molina
Llegó final de curso y la tranquilidad por la ausencia de deberes, trabajos y pruebas académicas invade mi escritorio que hace un par de semanas estaba repleto de apuntes y fechas de exámenes. El verano llega y el deseo de descansar es por fin una realidad. Se interponen en mi mente numerosos libros, artículos, películas, documentales y proyectos para realizar en esta etapa vacacional. Ya he cumplido uno de mis primeros planes. Hace algo más de un mes compré dos libros: “Misericordia” y “Un mundo feliz”. El primero leído por imposición, esto anuló cualquier posibilidad de disfrutar de la lectura. Por el contrario, el segundo leído por interés. El interés inocente por la lectura de este libro me introdujo en una historia que me haría caer en una profunda reflexión. Esta reflexión surge ante la necesidad de comparar la sociedad futurista que describe con gran precisión el autor Aldous Huxley, con la sociedad que me rodea.
Un mundo feliz (Brave New World) es una novela de género distópico escrita por el británico Aldous Huxley y publicada por primera vez en 1932.
En este artículo no vengo hablar de la novela, por lo que no haré ningún spoiler de la misma. El objetivo de este artículo es compartir la reflexión que me ha surgido tras la lectura del relato a través del planteamiento de tres preguntas:
¿La sociedad planteada en el libro puede ser beneficiosa para el ser humano?
Huxley nos muestra una sociedad feliz alcanzada tras la eliminación de las costumbres que producen emociones y sentimientos en los seres humanos. Tener una relación sentimental, llegar al matrimonio, sentir tristeza ante la muerte, o casarse son acciones inexistentes en este nuevo mundo y despreciadas por las personas que viven en él. La eliminación de estas acciones se ha conseguido a través del condicionamiento. Desde que nacen, el condicionamiento adapta a los seres humanos en un determinado ambiente para que sean felices. Otra característica de este mundo feliz es el soma. El soma es una especie de narcótico que sirve para eliminar cualquier manifestación de emociones y sentimientos. Reunidas estas características, vemos como las personas no tienen preocupaciones sentimentales, familiares o laborales. En un principio, principio, puedes llegar a creer que la gente es realmente feliz y, por lo tanto, que esa felicidad es beneficiosa para el ser humano. El problema surge cuando uno de los personajes cuestiona la sociedad en la que vive, en la cual cree que todo es una apariencia. Vivir sin pasiones, emociones y sentimientos intensos, por mucha comodidad que exista, te hace sentir infeliz. El hecho de depender de la química y del condicionamiento para estar alegre, no es solo inhumano, sino antinatural. Esto último es lo más preocupante, sobre todo, cuando te das cuentas de que en nuestros días la ciencia y la tecnología elaboran productos de los que depende nuestra felicidad y nuestra vida. Podríamos equiparar el soma con un teléfono móvil, con un televisor o con un coche. Productos que parecen que nos dan la felicidad, pero en realidad solo hacen que la aparentemos.
¿Somos realmente libres?
Responder a esta pregunta en el libro de Huxley es realmente fácil. La respuesta es no. Los propios interventores (gobernantes) lo reconocen. El objetivo es que las personas amen su propia servidumbre. Pero en la sociedad de Huxley los únicos verdaderamente libres son aquellos que piensan y se plantean ciertas preguntas. Estos últimos son enviados a islas alejadas del resto de la sociedad donde podrán vivir como deseén. Decía José Luis Sampedro que sin libertad de pensamiento, la libertad de expresión no sirve de nada. Sin duda, en “Un mundo feliz” la libertad de expresión es poco útil, ya que el pensamiento de toda la sociedad está condicionado. Esta idea me lleva a comparar el mundo de Huxley con el mundo real. ¿Existe libertad de pensamiento en nuestros días? Creo que la televisión puede ser comparada al condicionamiento. En el ámbito político todas las cadenas televisivas siguen una línea ideológica acorde con el sistema actual, puede variar un poco a hacia la izquierda o hacia la derecha, pero jamás encontrarás un medio que sea visto por una gran masa de telespectadores que defienda ideas anticapitalistas, contra el consumo o se cuestione los inconvenientes de la economía de mercado. En el ámbito de la moda ocurre igual. Las grandes campañas de marketing de moda no solo nos condicionan a vestir como ellos quieran, sino que cada poco tiempo, tu ropa, aun estando nueva, debe ser sustituida por otra acorde con la moda del momento. Ups! Esto me suena a uno de los condicionamientos de “Un mundo feliz”, en el que todos son enseñados a tirar lo viejo y comprar lo nuevo para mantener el consumo.
¿Puede existir un mundo realmente feliz sin alterar la naturaleza humana o depender de químicos?
Creo que la respuesta a esta pregunta es no. El ser humano es un ser contradictorio y, por lo tanto, siempre tendrá dilemas que le dificulten alcanzar esa felicidad. El individuo será más o menos feliz dependiendo del grado de libertad que tenga, y no al revés. En la actualidad parece que no acaba por completo de tener ni la una ni la otra. En una sociedad donde hay un mal reparto de la riqueza, parece ser que el más adinerado será más libre, ya que tiene más opciones de vida para poder elegir. Pero esto se puede volver en nuestra contra, debido a que el que mucho dinero poseé puede convertirse en esclavo de su propia riqueza.
En conclusión, volvemos a caer en una profunda contradicción de la que es muy difícil salir. De momento tendremos que conformarnos con seguir luchando para cambiar la sociedad sin llegar a saber cómo evolucionaremos y si algún día conseguiremos un mundo justo, libre y feliz.
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