Llámalo bachillerato

Aportación: Andrea Marinela


De Marta Linares


Hoy vengo a hablar del bachillerato. Sin diferencia de modalidad alguna, tanto científico, como humanístico y social o el de artes. 

El bachillerato consume, agota. Durante estos dos años he visto llorar a todos mis compañeros más que en toda mi vida. Incluso yo, he llorado. De impotencia. Sólo hay ganas de dejarlo. Porque quien diga que no se ha planteado dejarlo en el camino, miente. Es levantarse cansada, llegar cansada y estudiar cansada. Ir a dar lo máximo, y acabar sacando lo mínimo. Y sentirte incapaz. Incapaz de sacar adelante el curso, de sacarte adelante a tí. Y ya no es cuestión de ser inteligente o de estudiar mucho. Llega un momento que eso ya, da igual. Demasiada presión por la nota que deberías sacar o a la que aspiras para entrar a la carrera de tus sueños en la universidad que deseas. Y hace tiempo que ya no soy yo, en estado puro. Tengo la sensación y, como yo, mucha gente, que odio estudiar. Muchas veces me supera, y lo odio. Porque siento que hace mucho que ya no voy al instituto a aprender. O al menos con ese propósito. Voy, y vamos, a esperar que pase el tiempo y se acabe. Aunque suene triste. Porque si pudiera mirar atrás, me gritaría a mi misma un "no lo hagas". Porque para mí, lo que fue la primera opción, ahora ojalá hubiera sido la última. Bachillerato. 


Por no hablar del TDR, que mata y hunde, por mucho que los profesores lo vendan como otro trabajo cualquiera. O la genial idea de concentrar exámenes de todas las asignaturas en 4 días. 


Ya no es que hable del bachillerato como una tortura, sé que se pasa y se consigue, que el "después" acaba llegando. Pero el "durante", al menos a mí, psicológicamente, me colapsa. Me deja sin fuerzas. Hay ansiedad, insomnio, nerviosismo, cansancio. Son cosas que veo a mi alrededor a diario. Y las horas encerrada en casa, y que te falte tiempo, y no poder concentrarte, y repetirte una misma frase cuarenta veces y que no se te quede, y agotarte, y aún así no poder parar porque te sabes un tema y entran tres.

Hace poco un profesor que nos abrió la puerta a primera hora nos dijo algo así como "parecéis ovejas yendo al matadero". Cabizbajas, con ojeras hasta las rodillas y a paso muy lento. Esa frase me quedó marcada porque es realmente lo que parecemos y, en realidad, como nos sentimos. 


Porque lo de creer en el potencial de uno mismo ya es secundario, hay que aprobar. Cómo sea. Empollar y empollar, y hacerse chuletas, si hace falta. Y no desistir, aunque ya no puedas más y no existan razones para seguir en pie. Para ir y abrir el libro, la libreta, tomar apuntes y llegar a casa y tener que estudiar todo lo que hay que estudiar, aunque probablemente muchas cosas no te vayan a servir para nada en tu vida. Porque es el único medio para llegar a tu meta, aunque no consuele.


Llamádme exagerada, pero yo he visto sufrir a mucha gente. Yo misma he sufrido, y me he angustiado mil veces.

Y esto no es una queja, ni tan sólo una advertencia para todos los que quieren hacer bachillerato. Es una realidad. Una reflexión, un punto de vista. Llámalo X. 

A todo esto, llámalo bachillerato.

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