De Ramón Castro
Antonio es de bigote abusón. Es lo primero que miras cuando hablas con él y mientras lo escuchas puedes ver a las palabras bailar entre las canas de semejante felpudo. Si fuera rubio, pensaría que de su nariz cuelga un pincel sin estrenar, con sus cerdas pefectamente alineadas, tan suaves y acogedoras. Pero es blanco inmaculado y va a juego con el poco pelo que le ronda por la cabeza. Bien pareciera que los cabellos, algún día, decidieron deslizarse desde esa calva arisca, para salvar unas narices escarpadas que, lejos de anunciar el mismo infierno, guardaban tras su cima un valle nevado en el que olvidar aquellos tiempos de agresivos champús y lociones anticaída.
Dicen los malpensados que antes de la cara, fue su bigote y que de él fueron naciendo el resto de elementos que le permiten ir por la vida con semblante burlón y a la vez tranquilo. Yo de mayor quiero un bigote así, si puede ser de marca nacional y con varios tonos en gris, entremezclados con las canas, ligeramente diferente, personal, pero así, en esencia, como el suyo.
¡Y cómo se besa con ese bigote! No hace mucho, Lola nos contó que después de un beso de Antonio, tuvo que sentarse durante más de media hora. Ella a eso lo llama “El beso” y dice que lo demás no vale para nada. De hecho, nos confesó que ya no le interesa saber cómo besaría Fulano o Mengano. -Chicos, después de aquel beso, una ya se da por besada para toda la vida.
Se me vino a la cabeza aquella imagen del aficionado taurino haciendo añicos el abono de la Feria de Abril, tras ver aquella corrida antológica del maestro Curro Romero, allá por el 99. Aquel hombre descamisado gritando delante de las cámaras aquello de “Lo he visto tó. No vuelvo a los toros. Ya lo he visto tó”, rompiendo en varios pedazos el abono, al borde del colapso cardíaco, con su cara roja, hinchada por el vino y los ojos perdidos buscando al Maestro en su ascensión a los cielos. Aquel año, el 99, yo dejé de fumar y ese señor dejó los toros.
Como Lola después del bigote de Antonio, que dejó los besos. Y nosotros sin bigote, sin abono, sin calva y sin canas. Normalicos del tó. Así es la vida.
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